sábado, 5 de noviembre de 2011

La Vida es Cristo

PARA MÍ LA VIDA ES CRISTO         
El ser humano busca a Dios. Cuando vive con lucidez comprende en el fondo de sí mismo que esta búsqueda es la ley interior de su existencia. Sin embargo, enceguecido a consecuencia del pecado y confundido por las múltiples fascinaciones que el mundo le presenta, muchas veces no sabe dónde buscar.

¿Hacia dónde orientar la propia existencia? ¿A quién seguir? ¿Qué enseñanza, qué ejemplo, para encontrar el camino correcto y responder a ese anhelo profundo de plenitud, de felicidad? Muchos modelos se publicitan en este mundo, "ídolos" con promesas que pretenden responder a nuestras aspiraciones, desde las más externas hasta las más profundas y lo son de diverso tipo: actores de cine, cantantes de moda, ciertos políticos, gurús y maestros de nuevas religiones, etc. A veces el modelo que se nos ofrece es simplemente el de la masa amorfa: "haz lo que todos hacen". Pero, ¿conducen todos ellos a responder plenamente a nuestros anhelos más íntimos de permanencia y despliegue? La respuesta sabemos que es negativa. Hay en todo ser humano una como necesidad de encontrar un Maestro y Modelo que responda completa y verdaderamente a su sed de infinito y felicidad.

BÚSQUEDA Y ENCUENTRO
En tal situación de búsqueda se encontraban Andrés y Juan, dos jóvenes inquietos que esperaban al Mesías prometido por Dios a Israel. En su proceso de búsqueda tomaron por maestro y modelo a Juan Bautista, hombre radical, austero, hondamente religioso. Él, a su vez, les señala al Señor Jesús, en quien reconoce al Mesías y los orienta hacia Él.

Al principio lo siguen a cierta distancia, acaso con una mezcla de fascinación y temor. ¿Cuántos no hemos experimentado lo mismo? Cuando el Señor es presentado «con toda la fuerza seductora que su persona ofrece», fascina y atrae, aunque el temor a comprometerse con Él lleva a veces a seguirlo "a cierta distancia". El Señor no tarda en volverse y preguntar: «¿Qué buscáis?». Él, que conoce lo que hay en el corazón del hombre, sabe que también nosotros lo seguimos porque estamos en búsqueda incesante. Él, con esta pregunta, sale al encuentro del hombre que lo busca sinceramente. «¿Maestro, dónde vives?», es la respuesta de los jóvenes que entran en confianza con Él, respuesta que es manifestación de un deseo profundo: ser acogido por Él en "su casa". «Venid y veréis» es la invitación del Señor que conduce a la experiencia de un encuentro profundo que sacia todas las expectativas del hambriento corazón humano y que sella definitivamente el proceso de búsqueda: «¡Hemos encontrado al Mesías!».

EL SEGUIMIENTO
El auténtico encuentro con el Señor Jesús en la intimidad de "su casa", lleva a estos jóvenes a ingresar a la senda de un discipulado exigente, motivado por este deseo que se enciende inevitablemente en el corazón de quien se encuentra con el Señor y le abre él mismo la puerta de su casa:  "yo quiero permanecer en Él; y quiero que Él permanezca en mí". El encuentro suscita al mismo tiempo un firme deseo y propósito: "yo quiero ser como Él". En efecto, cuando me encuentro con Él en la intimidad de su amor surge fuerte el deseo de seguirlo, de participar de su amistad, de imitar su estilo de vida, de ser como Él: se constituye en el Modelo para mi vida.
Descubrir en el Señor Jesús el Modelo de plena humanidad, y descubrir que Él en realidad es el único capaz de ofrecer la respuesta apropiada a nuestras ansias de infinito, despierta en el corazón de quien lo conoce un ardor incontenible. Siguiéndolo a Él tiene la certeza de que puede orientar su hambre de comunión en la dirección correcta, para que ese anhelo se vea plenamente colmado en toda su hondura y capacidad. Quien se ha encontrado verdaderamente con el Señor Jesús pone en Él «el sentido último de la propia vida, hasta poder decir con el Apóstol: "Para mí la vida es Cristo"».

PROCESO DECONFIGURACIÓN CON CRISTO
Quien aspira a "ser como Él", desde los dones y particularidades individuales que Dios le ha dado, ingresa -gracias a que participa de la vida misma de Cristo por su Bautismo- en un proceso dinámico de configuración con Él, proceso que llamamos de "amorización", pues por el camino de la piedad filial mariana y en respuesta activa al don del amor derramado en su corazón por el Espíritu Santo el discípulo ama cada vez más con los mismos amores del Señor Jesús: amor al Padre en el Espíritu Santo, amor filial a Santa María y amor a la persona humana invitada a participar de la comunión divina de amor. Por este proceso dinámico de formación el discípulo y amigo del Señor aspira a "ser perfecto como Él", aspira a alcanzar su misma estatura y madurez hasta alcanzar en la vida cotidiana la perfección de la caridad.

CONSECUENCIAS APOSTÓLICAS
«Si habéis encontrado a Cristo, ¡vivid a Cristo, vivid con Cristo! Y anunciadlo en primera persona, como auténticos testigos: "para mí la vida es Cristo"»
  
Quien se ha encontrado verdaderamente con el Señor Jesús vive a Cristo y vive con Cristo. Día a día -cooperando con la gracia del Señor- se esforzará en escucharlo, nutrirse de sus enseñanzas, internalizar sus criterios, tener su misma mente. Día a día -cooperando con la gracia- procurará conformar sus sentimientos a los del Señor Jesús y modelar su conducta de acuerdo a sus enseñanzas y ejemplos. Una vida que así se va llenando de Cristo, lo irradia a todos aquellos a quienes se encuentran con él del mismo modo que una lámpara difunde su luz, dejando una estela luminosa a su paso.
Quien con el Apóstol puede decir: «para mí la vida es Cristo», se ve inevitablemente impulsado a evangelizar a todos cuantos pueda, mediante un anuncio valiente y audaz del Evangelio. Y su anuncio será convincente porque brota del testimonio de quien se ha encontrado con Él, de quien lo lleva en sí.  

¡Sea ese, pues, el horizonte hermoso al que continuamente aspiremos en nuestra vida y apostolado!






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